Millones de niños en el mundo hacen deporte. Todo el mundo es consciente de que el deporte beneficia a los niños no sólo físicamente sino también psíquicamente. El deporte ofrece bienestar y enseña autodisciplina, trabajo en equipo, liderazgo, cooperación así como la habilidad de compartir, manejar el estrés y competir. No obstante, a los niños involucrados en el deporte de competición a menudo se les exige un entrenamiento que va más allá de sus capacidades físicas y emocionales. Un tiempo excesivo dedicado al entrenamiento puede llevar a una pérdida de experiencias claves en la niñez como la socialización con los amigos y la familia.
La intensidad del entrenamiento y la forma en que se realiza debe adaptarse a las capacidades del niño y a sus motivaciones físicas y mentales, y no al revés. Muchos especialistas creen que hasta la edad de 11 o 12 años los niños dan la misma, si no más, importancia a otros factores que a ganar: el placer, la acción, los juegos informales, la interacción social, mejorar sus habilidades y participación personal, etc. La clasificación, las medallas y los títulos podrían, por tanto, suprimirse para todos aquellos niños menores de 14 años. El niño está potencialmente en peligro cuando los adultos imponen, en vez de adaptar, sus propios valores, las percepciones y las demandas físicas y mentales.
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