Desde la segunda mitad de los años ochenta los datos sobre violencia empezaron a cambiar, primero de manera imperceptible hasta que, a principios de los años noventa, las evidencias eran incontestables: la violencia mortal se expandía entre los jóvenes de entre quince y veinticuatro años. Se trataba principalmente de jóvenes varones en los países en desarrollo y en economías en transición. A fines del siglo XX y comienzos del XXI en América Latina los jóvenes se volvieron visibles en el espacio público como pibes chorros (jóvenes ladrones de las villas miseria de la Argentina), bandas (agrupaciones juveniles de los barrios marginales en México, Estados Unidos y Centro América), sicarios (jóvenes al servicio del narcotráfico en Colombia) y, de manera más reciente, como maras (pandillas centroamericanas conocidas por su extrema violencia).
La autora, como tesis fundamental del texto, propone para pensar las violencias de una manera analíticamente eficaz, sacarlas de los “mundos inferiores” para pensarlas más bien en su habitual presencia en el mundo. Desde esta perspectiva, las violencias son parte de la acción y lógica de actores específicos al interior de la sociedad, regidas por racionalidades, movidas por causalidades, orientadas a resultados, y a la cual sus protagonistas atribuyen sentidos. Esta consideración y este enfoque permiten cuestionar el sentido común que asume que la violencia se ubica extramuros, fuera de lo social, y que se trata de una fuerza heterónoma inexplicable o sobrenatural.
[pdf]las-multiples-fronteras-de-la-violencia-jovenes-latinoamericanos-entre-la-precarizacion-y-el-desencanto-en-inclusion-y-ciudadania-perspectivas-de-la-juventud-en-iberoamerica[/pdf]