Como parte del proyecto Approaches to Equity, este artículo retoma algunos de los principales apuntes del informe The Equity Approach and Cities, con el objetivo de avanzar en la propuesta de definición del enfoque teórico sobre la Equidad, a partir del desarrollo de análisis para una mejor comprensión de sus diferentes abordajes y definiciones; la construcción de una base común sobre las aproximaciones existentes de este enfoque; y el aporte de recomendaciones para la acción de responsables políticos, profesionales e investigadores.
La propuesta conceptual de Equidad para la Infancia contempla una serie de postulados que permiten hacer aproximaciones teóricas y prácticas sobre la forma de entender e intervenir en las situaciones que impiden el ejercicio de los derechos, el logro del bienestar y el desarrollo integral de niños, niñas, adolescentes, en un contexto relacional con sus familias y comunidades.
Desde Equidad para la Infancia, el principal objetivo de la aplicación del enfoque de equidad es sustentar los estudios, análisis e intervenciones que se impulsan, a partir de un marco orientado a la realización efectiva de los derechos humanos de todas/os las/os niñas/os y adolescentes, entendiendo el potencial democratizador del concepto de equidad y apuntando a principios de justicia e igualdad como horizonte ético.
El enfoque de equidad[1] se caracteriza fundamentalmente por centrarse en la atención de las poblaciones más vulnerables, con la finalidad de superar múltiples privaciones que no son producto exclusivo de carencias materiales. La equidad se entiende como una estrategia para el logro de la igualdad, a partir del reconocimiento de la diversidad[2]. En este marco, la aplicación del enfoque de equidad se plantea reducir las brechas que impiden el ejercicio de los derechos, el acceso a servicios básicos y la posibilidad de alcanzar un desarrollo humano integral, situaciones que son negadas a millones de personas por pertenecer a determinado sector socioeconómico o grupo étnico, por cuestiones de género y edad, o por nacer o residir en territorios determinados.[3]
Derechos y desigualdades
El marco principal de acción y análisis de Equidad para la Infancia está delineado por los derechos de niños, niñas y adolescentes postulados en la Convención de los Derechos del Niño (CDN), ratificada por todos los países de América Latina.
Sin embargo, entendemos que el discurso de derechos -por sí mismo- corre el riesgo de ser reducido a instancias tecnocráticas que se centran sólo en verificar si se transforman o no leyes y se incluyen o no fórmulas adecuadas para el diseño de programas. De este modo se pueden configurar en una ficción, más que en una plataforma de acción.
En este sentido, una manera de impulsar el potencial político del marco de los derechos es vincularlo con las desigualdades sociales. Es decir, considerar que los obstáculos para que niños, niñas y adolescentes gocen plenamente de sus derechos tienen origen en la miríada de desigualdades en las que se despliega la vida social.
La infancia como indicador[4]
El abordaje de las problemáticas sociales a partir de la situación de la infancia permite valorar el estado de vida de las sociedades donde las/os niñas/os habitan. Desde la garantía básica del derecho a la vida, es posible observar cómo la mortalidad infantil es una problemática que cobra miles de vidas diariamente, pero que generalmente no genera responsabilidades jurídicas.
En este marco, el principio de niños, niñas y adolescentes como sujetos de derechos tiene una potencia democratizadora, en tanto cuestiona y visibiliza muchas relaciones sociales de dominación; a su vez, la infancia se configura como “una categoría emancipatoria, porque la emancipación presupone un proceso social en donde la lucha política por los derechos es un punto de partida”.[5]
La infancia puede ser la piedra angular para impulsar estrategias de cambio social, inclusión y desarrollo sostenible, si incluimos a niños, niñas y adolescentes como agentes de cambio para el diseño de las agendas públicas. Considerar a las/os niñas/os como sujetos claves del desarrollo es estratégico en tanto sus derechos aglutinan intereses y necesidades de toda la sociedad.[6]
Constituir a la infancia como medida implica abordar una serie de condiciones que trascienden los beneficios exclusivos para la niñez y se extienden al conjunto de la sociedad; significa considerar a sus cuidadoras/es (madres, padres, abuelas/os, hermanas/os mayores, profesionales y técnicos), sus familias y comunidades.
Justicia Social y Equidad
Los principios de justicia social permiten cuestionar aquellas situaciones que impiden que las personas podamos ser consideradas igualmente valiosas, podamos actuar de manera equiparable, y nuestra voz tenga iguales posibilidades de ser escuchada.
Diversos autores han tratado el concepto de equidad a partir de teorías de justicia social.[7] Desde este abordaje, el enfoque de equidad está orientado a la atención de las poblaciones más desaventajadas,[8] entendiendo la desigualdad como resultado de eventos azarosos[9] o producto de la explotación y del acaparamiento de oportunidades,[10] como mecanismos que impiden una real movilidad social y que perpetúan los ciclos de pobreza intergeneracional.[11]
Existen diferentes enfoques para concebir la justicia social. Entre los más destacados se plantea su análisis a partir de tres dimensiones: una relacionada con la redistribución, que busca una asignación más justa de los recursos y bienes sociales; otra basada en el reconocimiento, que plantea la visibilización, respeto y protección de las identidades, sobre todo atendiendo a grupos vulnerables por cuestiones de género, edad, pertenencia étnica, etc.; y una tercera sobre la representación; que refiere al ejercicio efectivo de derechos en la esfera política, a partir del ejercicio de la autonomía sobre el plan de vida, las decisiones y arreglos sociales.[12]
De acuerdo con la teoría de capacidades, cada individuo nace con la posibilidad de alcanzar su máximo potencial, pero se enfrenta a obstáculos multifacéticos que niegan las oportunidades necesarias para permitir su realización.[13] Siguiendo esta propuesta, el enfoque de derechos humanos plantea una visión multidimensional y centrada resultados, para abordar las privaciones que dependen del contexto social.[14] Este enfoque contempla tanto las privaciones materiales, como las desigualdades horizontales,[15] en tanto factores de exclusión.[16]
La igualdad y la equidad, como cimientos fundamentales de la justicia social, son conceptos indispensables en las discusiones sobre intervenciones y políticas que atienden problemáticas sociales. Los estudios en la materia confirman que la materialización de ambos conceptos es indispensable para la consecución del bienestar.
En este contexto, el punto de partida de la perspectiva de Equidad para la Infancia es lograr “igualdad de oportunidades e igualdad de alcanzar resultados similares” para todo niño y niña;[17] para que efectivamente “todos los niños tengan la oportunidad de sobrevivir, desarrollarse y alcanzar su máximo potencial sin discriminación, prejuicio ( …)”[18]. Fundamentalmente, se trata de la oportunidad – una oportunidad justa para todos los niños.
El bienestar infantil
Uno de los principales conceptos de referencia al momento de plantear análisis e intervenciones que impacten las condiciones de vida de niñas y niños es el de bienestar en la infancia, que en este marco lo entendemos como: [19] el proceso a través del cual todo niño y niña ve cumplidos los derechos de los cuales es titular en el presente, goza de igualdad de oportunidades para lograr su máximo potencial y vive en condiciones que le permiten alcanzar resultados positivos en clave de desarrollo… Este proceso no está asegurado, ni se produce automáticamente, sino que es producto de diversas interacciones a través del tiempo entre el niño/a, su familia, el contexto de la comunidad a la que pertenece y el Estado.[20]
El bienestar en la niñez es un concepto multidimensional, que tiene en cuenta aspectos objetivos y subjetivos[21]. Este concepto considera la vida de los niños/as no sólo en el presente, sino que además plantea cómo sus situaciones actuales influyen sobre su desarrollo futuro[22].
La cuestión de la pobreza
Tras superar abordajes sectoriales, que no contemplaban el hecho de que ninguna sociedad puede desarrollarse si la mayor parte de sus miembros son pobres,[23] en los últimos años ha emergido un cambio radical en la definición de la pobreza. Una de las críticas más relevantes en cuanto a la evolución del término es que sus definiciones tradicionales sólo consideran cuestiones como los ingresos y el consumo e ignoran las carencias superpuestas y la falta de acceso a servicios básicos de calidad[24], lo cual ha hecho imperativo plantear una definición multidimensional[25] de la pobreza.[26]
Aunque algunos organismos aún sostienen que la pobreza se expresa a partir de la renta como principal indicador,[27] actualmente se entiende que situaciones como la malnutrición, el saneamiento deficiente, la falta de electricidad o las escuelas de mala calidad no pueden solucionarse simplemente con el aumento de los ingresos de la población.
Hoy en día la pobreza se define considerando numerosas dimensiones económicas y no económicas de la vida de las personas; por ejemplo, contemplando aspectos como la falta del recurso del tiempo y las privaciones materiales y/o sociales como su consecuencia.[28] La pobreza se entiende como «una condición caracterizada por una severa privación de las necesidades humanas básicas, incluyendo alimentos, agua potable, instalaciones sanitarias, salud, vivienda, educación e información».[29]
La pobreza limita a las personas en el ejercicio de sus derechos y en el desarrollo de sus capacidades y su potencial. Esta puede ser resultado de circunstancias inmediatas o de barreras estructurales y sistémicas. Desde una perspectiva basada en derechos, la pobreza es la incapacidad para disfrutar de los derechos básicos y de las libertades sustantivas.[30]
Medición de la pobreza
Para que las intervenciones y las políticas sociales de reducción de la pobreza sean efectivas requieren un proceso que implica diagnosticar las problemáticas y evaluar las intervenciones y programas que se implementan para combatirla. Estas instancias se sostienen a partir de la disposición y el uso de información sólida y pertinente. Mientras mejor se conozcan las condiciones alrededor de la pobreza, mejores soluciones se implementarán y se obtendrán mejores resultados. En resumen, para combatir la pobreza, es preciso medirla.
En el caso concreto de la medición de la pobreza infantil, entendemos que: “A partir de la evidencia estadística es posible lograr una aproximación al entendimiento de las implicaciones reales de las privaciones que experimentan los niños/as a lo largo de su vida, así como contar con herramientas de exigibilidad que impulsen la acción ciudadana.”[31]
La pobreza, por lo general, se define para su medición según términos absolutos o relativos. La pobreza absoluta contempla los ingresos monetarios necesarios para cubrir necesidades básicas, tales como agua, comida y techo. Este concepto no toma la calidad de vida como punto de referencia, ni tampoco el nivel de desigualdad dentro de una sociedad. Por su parte, la pobreza relativa considera que una persona es pobre si cae por debajo de los niveles de vida prevalecientes en un contexto social dado.[32]
El debate contemporáneo sobre la medición de la pobreza se vincula con la intersección entre medir el conjunto de necesidades básicas, las privaciones y grados de insatisfacción de éstas, junto con los niveles de ingreso.[33] La medición que se basa en necesidades básicas insatisfechas es un método directo de medición que tiene ventajas frente al indirecto, el cual utiliza solo el ingreso como medida; esto se debe a que el acceso efectivo a los bienes y servicios resulta más preciso que el ingreso, para analizar el nivel de vida de la población.[34]
Las mediciones que solo consideran los ingresos no dan cuenta de problemas relacionados, por ejemplo, con servicios públicos o instancias de cuidado y protección que no son provistos por el mercado, ni describen todos los factores de privación de las personas pobres como la mala salud, la falta de educación, el nivel de vida inadecuado, las barreras de poder, la mala calidad del trabajo y la amenaza de la violencia.[35]
Diversas organizaciones alientan el uso de la medición multidimensional de la pobreza, la cual consiste en evaluar si las personas logran alcanzar umbrales mínimos de bienestar (o estándar de vida); a partir de dimensiones como el acceso a servicios básicos, seguridad social, las condiciones de educación, salud, empleo, alimentación, características de la vivienda.[36] Esta aproximación ayuda a revelar de qué manera las personas son pobres en cuanto a las desventajas que vive cada persona, y evidencia las inequidades que enfrentan aquellos/as que viven en pobreza.
En el caso de la infancia, se ha remarcado que “las mediciones directas son una mejor aproximación a la situación de bienestar de la niñez puesto que no se requieren supuestos sobre la distribución del ingreso al interior del hogar y permite vincular la privación material con los derechos humanos”.[37]
Pobreza e inequidad infantil
Durante los primeros años de vida se desarrolla la mayor capacidad cerebral, emocional, física y psicológica de las personas. Por ello, la infancia es más que una edad transcurrida; se refiere a las condiciones y a la calidad de vida que disfrutan los niños/as en esa etapa.
La forma en que niños y niñas experimentan la pobreza difiere significativamente de la experiencia de la/os adulta/os. El efecto que tiene padecer pobreza en la infancia puede durar toda la vida, incluso cuando ésta se padece por sólo un periodo corto.[38] La pobreza en la infancia es una de las causas principales de la pobreza en la edad adulta[39].
En términos cuantitativos, la probabilidad de ser pobre es mayor si se es niño/a que si se es adulta/o. Alrededor de 880 millones de niños viven en extrema pobreza de ingresos y/o pobreza multidimensional. 48.5% de la infancia se encuentran en los dos quintiles de ingresos más bajos, con acceso a solo el 9% de los recursos del mundo. Los datos en los que se basan estas estadísticas excluyen a muchos de las/os niñas/os más pobres, subestimando la pobreza quizá hasta en un 25%. Aproximadamente 950 millones niña/os más podrían estar en riesgo de caer en la pobreza.[40]
La pobreza infantil se ha descrito como una «privación de los recursos materiales, espirituales y emocionales necesarios [para las/os niñas/os] para sobrevivir, desarrollarse y prosperar, dejándolas/os incapaces de disfrutar de sus derechos, y de ser miembros iguales de la sociedad.»[41] Vivir pobreza en la infancia implica que niños y niñas están privados de nutrición, agua e instalaciones sanitarias, acceso a servicios básicos de salud, albergue, educación, participación, y protección. Si bien todos los seres humanos afectados por la pobreza sufren de manera severa, “es una amenaza más fuerte y perjudicial para los niños y niñas”[42].
Por su parte, el término de inequidad respecto a la infancia puede definirse como “las desigualdades de oportunidades y de resultados que obstaculizan el cumplimiento de sus derechos y/o limitan la posibilidad de alcanzar condiciones óptimas de vida en términos físicos, emocionales, materiales y de un entorno de protección”.[43] Refiere a los obstáculos para el ejercicio de los derechos y para alcanzar el pleno desarrollo;[44] implica reconocer la existencia de situaciones de discriminación y exclusión, que generan desventajas desde los primeros años de vida.[45] La inequidad conlleva a un entendimiento de cuán profunda es la experiencia de pobreza de los niños y niñas, qué dimensiones son relevantes y cuáles carencias son más determinantes.[46]
En este marco, existen dos enfoques teóricos principales de aproximación a la inequidad en la niñez: el enfoque de igualdad de oportunidades, que se centra en las condiciones que no están bajo el control del individuo, como el origen étnico, el género, la ubicación rural–urbano, la riqueza del hogar, la educación de la madre, la ocupación del padre, o cualquier otro aspecto vinculado a los antecedentes familiares; y el enfoque de igualdad de resultados, que plantea la reducción y eliminación de las diferencias en logros particulares, por ejemplo, en términos de ingreso, consumo, nivel educativo, propiedad de activos –ej. vivienda–.[47]
La pobreza y la equidad infantil en las agendas globales
La nueva agenda de desarrollo reconoce que la pobreza es un fenómeno multidimensional e incluye a niños y niñas como prioridad, considerando sus necesidades y sus derechos. En el marco de la construcción de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS)[48], diversas organizaciones han propuesto un conjunto de indicadores específicos para medir la pobreza en la infancia y exigen el uso de datos desagregados que proporcionen un foco específico en el análisis y la búsqueda de la equidad.
El Grupo de Trabajo Abierto de la Agenda post-2015[49] aboga que los datos propuestos para medir el avance de los ODS deben desagregarse por todos los motivos de discriminación identificados en marcos internacionales de derechos humanos, tales como sexo, edad, raza, etnia, ingresos, territorio, discapacidades y otros indicadores relevantes para el país y contexto de que se trate.
Las posibilidades de la Equidad
El enfoque de equidad, en el marco de las perspectivas de derechos, justicia social y bienestar, ofrece una mirada amplia para pensar intervenciones con un carácter integral y no sectorizado, orientadas a resultados a partir de análisis basados en evidencia. De acuerdo a sus posibilidades en el ámbito social, permite incidir en cuestiones como la mejora del crecimiento económico, la rentabilidad, la sostenibilidad y la cohesión social.[50]
En este sentido, la equidad como propuesta de abordaje, permite identificar problemáticas de prioritaria y urgente atención, así como detectar los grupos a los que debe considerarse de manera prioritaria, especialmente en el caso de la población infantil.
Equidad para la Infancia, agosto 2017. texto elaborado por Marina Freitez Diez y Verónica Bagnoli Fernández
Referencias
[1] La primera identificación del concepto de equidad se ubica en 2005, en el Reporte de Desarrollo Humano del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), y en el Report on The World Social Situation de UNRSID. También se destaca en el Reporte de Desarrollo Mundial del Banco Mundial de 2006.
[2] Fundación Arcor (2012). Manual de aplicación Educómetro. Disponible en: http://equidadparalainfancia.org/wp-content/uploads/2012/05/educometro.-manual-de-aplicacion-accesible.pdf, p. 27.
[3] Mildred Ferrer y Verónica Bagnoli (2016). Desafíos urbanos para la equidad en la infancia. Disponible en:http://equidadparalainfancia.org/2016/10/desafios-urbanos-para-la-equidad-en-la-infancia/.
[4] Ver documento Equidad para la Infancia (2017) la infancia como indicador de bienestar en contextos locales
[5] Eduardo Bustelo (2007), El recreo de la infancia
[6] Fundación Arcor (2012). La infancia como medida. Diponible en: http://equidadparalainfancia.org/2012/05/la-infancia-como-medida/.
[7] Cuatro de las principales referencias teóricas que se relacionan con la equidad son la teoría de John Rawls y su concepto de justicia como equidad (1971), el concepto de capacidades de Amartya Sen, y el concepto de desigualdades persistentes de Charles Tilly (2006).
[8] La teoría de Rawls presenta dos principios básicos: El primero es el de la igualdad de libertades, que propone que todos los individuos tienen derecho a la mayor cantidad de libertades en la medida que esto sea beneficioso para la sociedad en conjunto y que pueda aplicarse a todos y todas. El segundo es el principio de diferencia que propone que las desigualdades son aceptables siempre y cuando compensen en beneficio de los más desfavorecidos. Rawls (1971) pp. 81-86.
[9] De acuerdo con Rawls existen dos ámbitos que definen al individuo al nacer: la lotería natural y la lotería social. Planteados como contextos azarosos que no pueden ser controlados por el propio individuo, la lotería natural definirá las capacidades y características físicas de un individuo, mientras que la lotería social determinará en qué contexto va a crecer el individuo.
[10] Charles Tilly (2005), Identities, Boundaries and Social Ties. Boulder and Lon don: Paradigm Publishers.
[11] Para Tilly, la explotación da cuenta de situaciones en las cuales un recurso valioso es controlado por grupos de actores bien conectados, mientras que el acaparamiento de oportunidades se da mediante el acceso a un recurso valioso por un grupo que construye prácticas y creencias que mantienen ese control. Estos mecanismos relacionales mantienen una ventaja desigual y constituyen una acumulación de oportunidades para el grupo privilegiado.
En este sentido, la posición dentro de la que nace un individuo depende principalmente del control desigual de recursos productores de valor. Tilly (2005) p. 104. Es decir, los más favorecidos suelen poseer los modos de producción. Tilly nombra la emulación generacional y la adaptación como dos mecanismos mediante los cuales los grupos subordinados se acoplan, lo cual resulta en mayor aislamiento de los grupos desventajados. El trabajo de Tilly proporciona un marco teórico central para comprender por qué la desigualdad y la inequidad existen y persisten.
[12] Nancy Fraser (1999). Social justice in the age of identity politics: Redistribution, recognition, and participation. Culture and economy after the cultural turn, 25-52. y Fraser (2009). Scales of justice: Reimagining political space in a globalizing world. Columbia University Press. En Equity for children (2017). “Approaches to Equity” Phase II: The Equity Approach and Cities”. Nueva York: Equity for children. Disponible en: http://equityforchildren.org/2017/07/approaches-to-equity-phase-ii-the-equity-approach-in-the-urban-context/
[13] La teoría de capacidades desarrollada por Amartya Sen (1981, 1992, 2000) procura complementar el enfoque clásico de las necesidades básicas, que según Sen contiene una pasividad implícita (las personas esperan que sus necesidades básicas sean satisfechas), por lo que considera que el valor del desarrollo también consiste en generar en los individuos la capacidad de elegir y actuar por sí mismos. Sus enfoques “de capacidades básicas” y del “desarrollo como libertad” consideran las potencialidades y capacidades que tienen los seres humanos en términos de logros y oportunidades, que se le presentan para elegir entre diferentes formas de vida y actuar por sí mismos, por lo que el desarrollo puede concebirse como un proceso de expansión de las libertades de las cuales disfrutan los individuos. Amartya Sen (2009). La idea de justicia. Cambridge, Mass: Belknap Press/Harvard University Press.
[14] Esta perspectiva, que se basa en el enfoque de capacidades propuesto por Sen, plantea que “la observación del desarrollo humano sostenible depende y contribuye al ejercicio conjunto de los derechos sociales, económicos, civiles, políticos y culturales. Los principios fundamentales del enfoque son la universalidad, la rendición de cuentas y la participación.” Su aplicación en acciones para la reducción de la pobreza se encuentra en el marco conceptual de la Oficina del Alto Comisionado en Derechos Humanos de Naciones Unidas (OACDH NU). Human Rights and Poverty Reduction, 2002.
[15] Las desigualdades horizontales se refieren a las diferencias económicas, sociales, políticas o de status entre grupos culturalmente definidos. Frances Stewart. (2008). Horizontal Inequalities and Conflict. Understanding Group Violence in Multiethnic Societies. Nueva York.
[16] Equidad para la Infancia (2013). Equidad y Justicia Social: Una introducción corta. Disponible en: http://equidadparalainfancia.org/wp-content/uploads/2013/10/1-Equity-and-Social-Justice-A-short-introduction.pdf.
[17] Minujin, A. (2013). Entrevista con Alberto Minujin. Director Ejecutivo de Equity for Children. http://www.equityforchildren.org/interview–with–alberto–minujin–executive–director–equity–for–children.
[18] UNICEF (2015). Una oportunidad justa para cada niño. Disponible en: https://www.unicef.org/about/execboard/files/A_fair_chance_for_every_child_SPANISH_15June15v1.pdf
[19] Existen diferentes enfoques para conceptualizar el bienestar en la niñez que, a grandes rasgos, pueden dividirse en dos grupos: 1. el centrado en enfoques “desarrollista” y de “derechos”; y 2. el enfocado en resultados, que contempla aspectos del desarrollo del niño/a, como: habilidades y logros en el aprendizaje; comportamientos positivos (p.e., sexualidad responsable); bienestar emocional; salud física y relaciones interpersonales. En este marco, los factores de riesgo y protección se refieren a las influencias potenciales del entorno: los compañeros, los padres, la escuela, la comunidad y el contexto sobre la salud y desarrollo del niño/a, bien sea en caso de que favorezcan el bienestar o vayan en su detrimento. Alberto Minujin, Verónica Bagnoli, Ana María Osorio Mejía, et. al. (2014). Primera infancia Cómo vamos, Cali: Equidad para la infancia. América Latina. Fundación Corona, Pontifica Universidad Javeriana. En: http://equidadparalainfancia.org/wp-content/uploads/2015/09/Informe-final_Primera-infancia_todo.pdf
[20] Idem.
[21] El bienestar subjetivo refiere a la propia percepción que tienen los niños/as de sus vidas independientemente de sus circunstancias, mientras que el bienestar objetivo incluye el planteamiento de la Convención de Derechos del Niño como base normativa mínima de obligatorio cumplimiento, así como los resultados y factores de riesgo y protección en el desarrollo de la infancia. Ben–Arieh & Frones, 2011, Ben–Arieh et al., 2014, en ibíd., p. 17.
[22] Ben–Arieh, Casas, Frønes, & Korbin, 2014, p. 3, en ibíd., p. 16.
[23] Hasta fines del siglo XIX, no se trata la pobreza como un objeto de estudio científico y el desarrollo de los estudios posteriores de pobreza se influencien por la definición que le dieron Booth y Rowntree, Rowntree, B.S. 1901. Poverty: A Study of Town Life, la cual refiere a un umbral de pobreza con base en establecer la renta mínima necesaria para la supervivencia de las personas. Booth, Charles (1892). Life and Labour of the People in London, Vol. 1, Macmillan.
[24] Lang y Lingau (2015). Defining and Measuring Poverty and Inequality Post-2015
Comparte este artículo: