Desde que se desató la pandemia, en Equidad para la Infancia hemos insistido mucho en dar cuenta del cuidado emocional de infancias y adolescencias que, menos visible que la de un indicador cualquiera de la economía, tiene un efecto persistente en el bienestar de nuestra población más vulnerable y requiere de una debida atención de parte de las autoridades de cada país.
En ese sentido, una encuesta reciente del Observatorio de los Derechos de la Niñez y Adolescencia del Comité de los Derechos del Niño de Uruguay (CNDU) ha revelado que 70% de los niños/as han manifestado estar más aburridos que antes, mientras que el 59% de los adolescentes dijo no tener ganas de hacer nada. Esta circunstancia ha llevado a que en estos universos poblacionales, la falta de interacción entre jóvenes y la pérdida de sus espacios de socialización derive en trastornos de ansiedad, donde los aumentos de obesidad y cambios de humor son algunas de sus manifestaciones más inmediatas.
Con mortalidad cercana a cero, las infancias y las adolescencias han tenido hasta ahora un bajo registro en las políticas públicas impulsadas durante la pandemia. Es necesario, pues, que las autoridades públicas adopten medidas para minimizar estos impactos y que las angustias que dominan a estas poblaciones tengan un lugar más visible en la agenda de prioridades de los gobiernos.