Hoy viajamos a Cuilapa en Guatemala. Ahí vive Edith con sus tres hijas, su hermana, sus sobrinos y su mamá. Antes de la pandemia trabajaba como empleada domestica pero ahora no puede salir a trabajar.
Su barrio es muy tranquilo y los vecinos llevan una buena relación pero no tienen agua potable ni electricidad y las calles tampoco están asfaltadas. En un contexto de pandemia donde mantener la higiene para preservar la salud es primordial, tener que comprar el agua para una familia numerosa se hace muy dificultoso.
Según un informe de 2019 de UNICEF y la Organización Mundial de la Salud, millones de personas en todo el mundo siguen teniendo un acceso deficiente al agua y la higiene. El informe afirma que: «alrededor de 2.200 millones de personas en todo el mundo no cuentan con servicios de agua potable administrados de manera segura (sin contaminación), 4.200 millones de personas no tienen acceso a servicios de saneamiento y 3.000 millones carecen de instalaciones básicas para lavarse las manos». Esta falta de acceso ha demostrado ser especialmente peligrosa para las comunidades vulnerables durante la pandemia de COVID-19, ya que el consejo de salud más enfatizado es lavarse las manos con frecuencia y permanece fuera del alcance de muchos.
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