Salud Integral de la Niñez: Situación en América tras el continuado impacto del Covid-19

Como se indica en la propia constitución de la OMS, la salud es mucho más que la ausencia de afecciones o enfermedades. Al hablar de salud integral, pensamos en la salud física, mental y social, en la salud sexual y reproductiva, tanto como en el acceso a la salud, en la salud como derecho, en los cuidados y en la prevención, en la posibilidad de crecer y desarrollarse en entornos sanos y seguros. En todos estos aspectos se registra en América Latina una fuerte desigualdad, histórica pero que ha sido severamente agravada por la pandemia de COVID-19.

Esta desigualdad se manifiesta en el acceso a la salud y en los resultados de la salud. Mientras que el acceso refiere a la forma en que institucionalmente se organizan los sistemas de salud y las dificultades que atraviesan las personas para recibir la atención adecuada; los resultados refieren al sistema de salud y al mismo tiempo a los determinantes sociales de la salud: “aquellas  condiciones  en  las  cuales  nacemos,  vivimos,  envejecemos, el tipo de trabajo que realizamos y sus condiciones, el nivel de educación alcanzado, el lugar de residencia, los ingresos, la alimentación, la raza, el género, la etnia, la situación migratoria, entre muchos otros factores” (Martich, 2021).

La desigualdad en salud se ha hecho más visible y profunda con la pandemia debido a un empeoramiento de muchos de estos factores: las condiciones de vivienda precarias, la falta de actividad física que se profundizó con los confinamientos y el aumento de las horas frente a pantallas, el estrés, la incertidumbre, la pérdida de espacios de sociabilidad y la brecha digital, la baja de los ingresos y su repercusión en la calidad y cantidad de los alimentos, la discontinuidad en los calendarios de vacunación, la atención médica básica y tratamientos médicos no relativos al COVID-19, el rezago en los sistemas de salud que requirió de mucho esfuerzo e inversión pública para poder hacer frente a la pandemia en todo el mundo y en especial, en los países en desarrollo.  

En el caso de las infancias, se ha subestimado el impacto sobre la salud integral en este tiempo, debido a que los niños, niñas y adolescentes no son considerados población de riesgo y en los inicios de la pandemia fueron incluso estigmatizados como vectores de contagio, restringiendo aún más su circulación e interacciones sociales. Sin embargo, la pandemia afecta su bienestar y desarrollo en múltiples dimensiones. El pedagogo italiano Francesco Tonucci hace referencia a los niños y niñas como los grandes invisibilizados de la pandemia(1) ya que no fueron consultados pese a ser protagonistas respecto de decisiones con gran impacto sobre sus vidas. La forma que adoptó la escuela es posiblemente el mayor ejemplo: los debates y la preocupación en torno a la reapertura de las escuelas se centraron generalmente en la cuestión curricular, cuando las escuelas son también espacios de interacción social y en muchos casos de alimentación sumamente valiosos. Como dijo una niña en Argentina al ser consultada: “la virtualidad nos ha quitado lo mejor de la escuela, los amigos, y nos ha dejado lo peor, los deberes”.

Entonces, ¿de qué formas se ve afectada la salud integral en la niñez en América Latina tras un año y medio de COVID-19 entre nosotros? ¿Cómo repercuten la alimentación inadecuada y el sedentarismo en la salud integral de las infancias? ¿Cómo abordar las problemáticas específicas bajo un enfoque de derechos que contemple la integralidad e interdependencia de las mismas? Son sólo algunos de los interrogantes que motivan este ciclo de entrevistas junto a profesionales de América Latina sobre las infancias y el COVID-19.

*(1) Entrevista a Francesco Tonucci en el diario La Capital, disponible en https://www.lacapital.com.ar/la-ciudad/francesco-tonucci-los-ninos-se-han-vuelto-invisibles-el-inicio-la-pandemia-n2615494.html   

Efectos del Covid-19 en la salud integral de la niñez

La pandemia ha evidenciado la debilidad de los sistemas de salud y ha dejado sobre la mesa el debate sobre la integración del sistema de salud entre el sector público, el sector privado y las obras sociales, que garantice la atención adecuada para todas las personas en todo el territorio. Se ha hecho más evidente la necesidad de pensar la salud como bien colectivo y como derecho. Fortalecer los sistemas de salud públicos y promover la creación de vacunas para el COVID-19 ha supuesto una gigantesca inversión pública, que deja un consenso renovado sobre la importancia de invertir en salud y de contar con Estados fortalecidos y presentes.

 Por otra parte, la pandemia también ha hecho aún más visible cuánto las condiciones de infraestructura y de convivencia en el hogar (el acceso a agua potable, electricidad y energía para cocinar los alimentos, el grado de hacinamiento), la calidad del espacio urbano (la existencia de comercios en cercanía y de espacios verdes para realizar actividad física y encontrarse), el acceso o no a conexión de internet, la forma en la que se organizan socialmente los cuidados, la cantidad y calidad de alimentos a los que acceden las familias, son factores que hacen a la salud integral de las personas.

Salud urbana

En América Latina, más del 80% de la población vive en áreas urbanas. La rápida urbanización experimentada en las últimas décadas se dio de manera poco planificada, generando grandes desigualdades territoriales, ambientales y sociales (Di Virgilio, 2021). Las mismas se expresan en las dificultades para la mayor parte de la población para acceder a la vivienda digna, el déficit en la provisión de servicios básicos, la contaminación del suelo, el agua y el aire, el hacinamiento, la centralización geográfica de las oportunidades de empleo y los servicios de salud y educación, la falta de espacios verdes y de espacio público seguro, la creciente segregación social y espacial, entre otras. 

La planificación del espacio urbano y de su acceso es de suma relevancia para la salud. La forma en que el mismo esté diseñado influye en las prácticas y posibilidades de interacción en el ámbito público y en los usos que pueden darle las personas que lo habitan día a día. En el marco de la pandemia, se hizo aún más evidente que la posibilidad de acceder a espacios verdes, con los servicios sanitarios necesarios, de contar con espacios seguros para caminar, realizar actividad física, jugar y reunirse, fue un factor clave en la salud mental y física para las personas y para niños, niñas y adolescentes en particular. 

Por otra parte, el 95% de los casos registrados de COVID-19 tuvieron lugar en áreas urbanas (UN-Hábitat, 2020). En estas condiciones, la vulnerabilidad frente a la pandemia de quienes viven en situación de pobreza es mucho mayor. Las condiciones precarias de vivienda han afectado las posibilidades para muchas familias de seguir los protocolos de cuidado e higiene y cumplir con el aislamiento, resultando en una mayor exposición al contagio. En la Ciudad de Buenos Aires, Argentina, fue emblemática la lucha de Ramona Medina, referente de la organización La Poderosa en la Villa 31, quien falleció contagiada de Covid-19 en mayo de 2020 a los 42 años, tras haber denunciado durante semanas la falta de agua y el hacinamiento en los barrios populares. A mediados de julio, tras los primeros meses de pandemia, el 38% de los casos de personas contagiadas y fallecidas por Covid-19 en Argentina se concentraban en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires; cuatro barrios de la ciudad que presentan los asentamientos informales más grandes explicaban aproximadamente el 40% del total de casos (Suaya, 2020, p.18). Desde una perspectiva integral de derechos, abordar la problemática de la salud supone abordar la cuestión del hábitat y la vivienda. 

Salud alimentaria

Los entornos urbanos pueden promover una tendencia al sedentarismo y patrones de alimentación poco saludables. En relación a la actividad física, la falta de espacios públicos donde practicar deportes o encontrarse para jugar, el confinamiento, las extensas horas frente a las pantallas, han reducido las ya insuficientes horas dedicadas. Las estadísticas muestran que uno de cada cuatro adultos y cuatro de cada cinco adolescentes no realiza suficiente actividad física (OMS, 2020). De prolongarse en el tiempo, los bajos niveles de actividad física que se registran actualmente en la infancia pueden constituirse en un factor que aumente el riesgo de obesidad o enfermedades cardiovasculares (Ventura, Ortigoza et al., 2021). 

A su vez, la disponibilidad cada vez mayor de alimentos ultraprocesados, altos en azúcares, grasas y sodio, que son perjudiciales para la salud y en muchos casos más baratos que los alimentos frescos, la falta de tiempo o de espacio para cocinar y detenerse en los momentos de la comida, tienen un fuerte impacto en la calidad de alimentación y de vida en las ciudades latinoamericanas. 

En este marco, una de las principales amenazas a la salud se relaciona con el riesgo de inseguridad alimentaria, que se vio agravado durante la pandemia por las interrupciones en el seguimiento médico de rutina, el déficit en la provisión de alimentos consecuente con el aumento de la pobreza, las dificultades productivas asociadas a las restricciones a la circulación y el creciente sedentarismo. 

De acuerdo con la FAO, “una persona sufre inseguridad alimentaria cuando no tiene acceso físico, social y económico a suficientes alimentos inocuos y nutritivos para  satisfacer sus necesidades alimenticias y sus preferencias en cuanto a los alimentos a fin  de llevar una vida activa y sana. La expresión más extrema de inseguridad alimentaria es el hambre, que en el año 2018 afectaba a 42,5 millones de personas en la región. Si a esa población añadimos las personas que enfrentan incertidumbres en cuanto a su capacidad para obtener alimentos, y por lo tanto se han visto obligadas a reducir la calidad o cantidad  de los alimentos que consumen, entonces encontramos que, en ese mismo año, 188 millones de personas, es decir, una tercera parte de la población de América Latina y el Caribe, se encontraba en inseguridad alimentaria antes de la aparición de los primeros casos de COVID-19”. Las previsiones realizadas en julio de 2020 indican que hacia el 2030 habría 20 millones de personas más con hambre, representando al 9,5% de la población (UNICEF, 2020). 

La inseguridad alimentaria contribuye a ocasionar diversas formas de malnutrición infantil: desnutrición (cuando los niños no comen lo suficiente o no  absorben los nutrientes necesarios para crecer), hambre oculta (cuando los niños no  reciben suficientes vitaminas y minerales esenciales) y sobrepeso (cuando el peso es  demasiado elevado para la estatura). En la pobreza, la obesidad suma todos los problemas del exceso (de HC, grasas  y azúcares) a todos los problemas de la escasez (de micronutrientes). Esto se ha denominado “la doble carga de malnutrición” (LAC Urban-Health, Salurbal, 2018) y es uno de las principales preocupaciones a atender en la primera infancia, dado que sus consecuencias pueden ser de largo plazo, comprometiendo el desarrollo de miles de niños y niñas en la región.

Como dijera Emerson Merhy: “La desnutrición no es una enfermedad, es un problema social” (Instituto de Salud Colectiva, 2019). Se trata de promover hábitos alimentarios y de ejercicio saludables, pero también de reorientar el sistema alimentario y la planificación del espacio público hacia un enfoque de derechos y no de lucro, especialmente en el caso de la niñez. En este sentido, el concepto de “soberanía alimentaria” pone el foco no sólo en garantizar el acceso a los alimentos, sino en que su producción y distribución se desarrolle en un marco de cuidado, del ambiente, la cultura, las comunidades y la salud de las personas.

Salud emocional, sexual y reproductiva

La abrupta pérdida de espacios de interacción social, debido al cierre de escuelas, clubes, plazas y también a la imposibilidad de visitar amigos y familiares; la convivencia permanente en espacios limitados; la incertidumbre y el temor generado por el virus y la pérdida de seres queridos, familiares y cuidadores; la falta de espacios para el juego y el ocio entre pares; han tenido un impacto sobre la emocionalidad de los niños y niñas que no debe pasarse por alto. La reducción de estímulos afecta el desarrollo y aprendizaje de las infancias y compromete su autonomía. 

En los casos de mayor vulnerabilidad, los niños y niñas no cuentan con suficientes dispositivos tecnológicos, conexión a internet e incluso electricidad. En algunos casos, a través de diferentes estrategias comunitarias se logró garantizar la continuidad de algún contacto con la escuela, pero en muchos casos la desconexión fue total. Políticas que atiendan el retorno a la escolaridad de estos niños y niñas son de vital importancia. 

A su vez, una de las principales amenazas al desarrollo de la niñez es la exposición a diferentes formas de violencia. Antes de la pandemia, en América Latina y el Caribe, la violencia -incluidos el uso de castigo físico y psicológico– afectaba a casi 75% de los niños y niñas de 3 a 4 años, de los cuales más de la mitad sufría castigo físico. La pandemia COVID-19 y algunas de las medidas tomadas para evitar el contagio masivo como el confinamiento, exacerban el riesgo de violencia contra niños y niñas (UNICEF, 2021).

En el caso de los preadolescentes y adolescentes, la interrupción de la escuela repercute a su vez en la educación sexual integral. La discontinuidad del uso de métodos anticonceptivos por la dificultad para comprarlos o por desabastecimiento impacta en un aumento de los embarazos no deseados especialmente en adolescentes y en las enfermedades de transmisión sexual. América Latina y el Caribe ocupa el segundo lugar por detrás de África subsahariana en cantidad de embarazos adolescentes. Mientras que a escala global el embarazo adolescente representa 11% del total de los nacimientos, en América Latina y el Caribe esa cifra asciende a 19% (Martich, 2021). Por otra parte, las denuncias por violencia de género han aumentado en todos los países y las tareas de cuidado directo e indirecto (cocinar, hacer compras, limpiar, etc.) han multiplicado su carga sobre las familias y hacia adentro de las mismas, sobre las mujeres, incluyendo a las niñas.

Retos hacia adelante

La forma en la que venimos descuidando y explotando nuestros ecosistemas, la producción de alimentos y la organización de la dinámica urbana orientadas antes por la rentabilidad económica que por una perspectiva del cuidado y disfrute de la salud, atentan contra el bienestar de las infancias y deben ser revisadas:

  • FORTALECER LOS SISTEMAS PÚBLICOS DE SALUD para garantizar una atención adecuada a todas las personas. La cooperación internacional para garantizar el acceso universal a las vacunas es una necesidad y un mandato ético.
  • ENFOQUE DE DERECHOS. Actuar bajo esta perspectiva implica comprender la interdependencia que existe entre diferentes derechos vulnerados y abordar de manera integral la problemática de la salud.
  • TRABAJAR SOBRE LOS ENTORNOS para garantizar condiciones de vida dignas, acceso al agua potable, a una alimentación adecuada, a un ambiente no contaminado y al espacio público seguro que permita el esparcimiento y la realización de actividad física. 
  • RECUPERAR LA ATENCIÓN SOBRE LAS INFANCIAS. Debemos reaccionar frente al efecto fagocítico del coronavirus recuperando la atención sobre aspectos básicos de la salud integral de niños, niñas y adolescentes asociados a la emocionalidad, el estrés, la pérdida de espacios de sociabilidad e interacción y la cuestión alimentaria. 
  • RECONOCER Y PROMOVER LA AGENCIA DE N, N Y A. No sólo se trata de restituir a las infancias un protagonismo como destinatarios de políticas públicas para el bienestar, el desarrollo y la salud integral, sino de involucrarles en un marco de cuidado en la construcción de las respuestas, fomentando su autonomía y generando espacios de participación y escucha. 

Cada acción en favor de los derechos de la niñez es un paso cuyo efecto se multiplica en la lucha contra la desigualdad.

Ciclo de diálogos con expertos

En este marco realizaremos un Ciclo de Diálogos con Expertos que consistirá de tres entrevistas, cada una a un reconocido experto sobre temas de salud integral, nutrición y epidemiología. Los expertos a atenderán incógnitas presentadas por un periodista y el público. Las respuestas estarán enfocadas en recomendaciones prácticas para las familias y/o en implementación de políticas públicas y medidas de protección social.

Bibliografía

Di Virgilio, María Mercedes (2021, mayo-junio). “Desigualdades, hábitat y vivienda en América Latina”. Nueva Sociedad, N°293. Disponible en https://static.nuso.org/media/articles/downloads/4.TC_Di_Virgilio_293.pdf 

FAO (2020). Informe “Seguridad Alimentaria bajo la pandemia de Covid-19”. Disponible en http://www.fao.org/3/ca8873es/CA8873ES.pdf 

LAC Urban-Health; Salurbal (2018). “Alimentación y Salud Urbana: Aprendizajes Latinoamericanos”. Aprendizajes latinoamericanos. Resumen de Políticas N°2. Disponible en https://drexel.edu/~/media/Files/lac/Briefs/policy-briefs/Food_Spanish.ashx?la=en 

Martich, Evangelina (2021, mayo-junio). “Salud y desigualdad: la pandemia reforzó lo que ya sabíamos”. Nueva Sociedad, N°293. Disponible en  https://static.nuso.org/media/articles/downloads/7.TC_Martich_293.pdf 

Mazzola, Roxana (2020, junio). “Covid- 19: Bienestar de infancias, mujeres y familias en riesgo”. Disponible en http://equidadparalainfancia.org/2020/06/covid-19-bienestar-de-infancias-mujeres-y-familias-en-riesgo/ 

Merhy, Emerson (2019, julio). “Cecilia Donnangelo: su influencia en la salud colectiva”. Entrevistado por el Instituto de Salud Colectiva ISCo-UNLa. Disponible en https://www.youtube.com/watch?v=jg7RyviR9X0 

OMS. Constitución de la OMS. Disponible en https://www.who.int/es/about/governance/constitution 

OMS (2020, 25 de noviembre). Cada movimiento cuenta para mejorar la salud. Disponible en https://www.who.int/es/news/item/25-11-2020-every-move-counts-towards-better-health-says-who 

Suaya, Agustina (2020, julio). “Inequidad y COVID-19 en la Ciudad de Buenos Aires: cómo afecta la pandemia a los asentamientos informales”. Buenos Aires, Argentina: CIPPEC.

UN-Habitat. (2020, October). “World Cities Report 2020: The value of sustainable urbanization”. Disponible en https://unhabitat.org/wcr/ 

UNICEF (2020). “ONU: El hambre en América Latina y el Caribe podría afectar a casi 67 millones de personas en 2030”. Disponible en https://www.unicef.org/nicaragua/comunicados-prensa/onu-el-hambre-en-am%C3%A9rica-latina-y-el-caribe-podr%C3%ADa-afectar-casi-67-millones-de 

UNICEF (2021). “La pandemia incrementó la violencia contra los niños y niñas en América Latina y el Caribe”. Disponible en https://www.unicef.org/lac/comunicados-prensa/la-pandemia-incremento-la-violencia-contra-los-ninos-y-ninas-en-america-latina-y-el-caribe  

Ventura, Ortigoza et al. (2021). “Children’s Health Habits and COVID‐19 Lockdown in Catalonia: Implications for Obesity and Non‐Communicable Diseases”. Nutrients 2021, 13, 1657. https://doi.org/10.3390/nu13051657 

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