Mucho ha sido el debate y la reflexión para lograr un consenso entre los especialistas sobre los indicadores más pertinentes para valorar el desarrollo de un país, utilizando indicadores económicos, ambientales, sociales, apelando también a mediciones cualitativas que implican las percepciones y opiniones de los/as ciudadano/as. Desde hace décadas se ha echado mano a una multiplicidad de herramientas que permiten una aproximación al estado de situación sobre dimensiones del desarrollo socioeconómico de países y territorios subnacionales.
Lo que aquí se propone como marco de referencia implica el desafío conceptual y operativo de tomar a los niños y niñas como parámetros del desarrollo de la comunidad de la que son parte. No se trata de una propuesta excluyente ya que puede convivir, complementar e integrarse a otras iniciativas que ponen el eje y centro de mirada en la situación de la infancia para desde esa base implementar medidas que beneficien a los más pequeños y con ello a la comunidad toda.
El abordaje de los problemas sociales en la niñez y adolescencia supone reconocer, por un lado, la relación indisoluble entre la niñez y la edad adulta y, por otro lado, las múltiples interconexiones entre las vidas de las personas y familias que conforman la sociedad en su conjunto.
El enfoque de las capacidades desarrollado por A. Sen (1981, 1992, 2000) ofrece un marco de interpretación para la comprensión de los problemas del desarrollo, la medición del bienestar humano, la pobreza y la desigualdad. Esta propuesta procura complementar, el enfoque clásico de las necesidades básicas, que según Sen contiene una pasividad implícita (las personas esperan que sus necesidades básicas sean satisfechas), por lo que considera que el valor del desarrollo también consiste en generar en los individuos, la capacidad de elegir y actuar por si mismos. Sus enfoques “de capacidades básicas” y del “desarrollo como libertad” implican una postura alternativa a las concepciones sobre el bienestar humano vigentes ya que involucra considerar las potencialidades y capacidades que tienen los seres humanos en términos de logros y oportunidades que se le presentan para elegir entre diferentes formas de vida y actuar por sí mismos por lo que el desarrollo puede concebirse como un proceso de expansión de las libertades de las cuales disfrutan los individuos.
Con relación al trabajo que aquí se presenta, las consideraciones anteriores permiten señalar que el desarrollo de la niñez y adolescencia debería apreciarse en el marco complejo de las heterogeneidades territoriales, familiares y político-institucionales, considerando también las diferencias de perspectivas relacionales (los bienes y servicios que se priorizan varían de un lugar a otro, así como la distribución de los mismos dentro de cada familia). Asimismo, se toma en consideración la importancia de los gobiernos locales (y de toda institucionalidad estatal) en la construcción de una ciudadanía plena, en donde los niño/as y adolescentes sean efectivamente sujetos de derechos y no objetos de discursos y acciones paternalistas. En el marco de sistemas democráticos existe ciertos parámetros universalmente consensuados para realizar y proteger los derechos de los niños y de las niñas, este es el marco de los Derechos Humanos, lo cual implica l a adopción de leyes, políticas y programas eficaces del estado y la sociedad civil que aseguren su cumplimiento.
¿Por qué tomar a la infancia como medida del desarrollo?
El Siglo XX, denominado en sus inicios “el siglo del niño”, fue el tiempo de la construcción de la infancia como sujeto social. (Zelizer, 1994; Roche, 1999). Fue visible a nivel mundial el tratamiento de la cuestión social de la infancia a través del marco normativo ligado a los Derechos Humanos, a partir de 1989 con la Convención Internacional por los Derechos del Niño, donde se comienzan a generar instrumentos con fuerza de ley que obligan a los Estados nacionales y locales a reformas institucionales acordes a los tratados internacionales. En este sentido, el enfoque de derechos como corpus de principios y estándares que se definen de acuerdo con las normas de los pactos y tratados de derechos humanos, permite reconocer un conjunto de dimensiones de derechos y umbrales (pisos mínimos de acuerdo) de las necesidades y capacidades que deberían estar garantizadas para todos.
Sin embargo el “niño sujeto de derechos” es una abstracción que debe ser monitoreada y juzgada en base a indicadores de cumplimiento y satisfacción de derechos básicos de los niños concretos; es así como a nivel mundial pueden reconocerse intentos por evaluar de forma sistemática el bienestar de la infancia o el efectivo cumplimiento de los derechos del niño mediante sistemas de indicadores que permitan valorar o estimar el estado de su situación, dar “luces o señales” que indiquen por dónde se va, a dónde se está llegando en la materia. La aplicación de estos indicadores podrá dar conocimiento sobre un estado de situación acerca de diversas dimensiones que hacen al cumplimiento de los derechos de los niñas y niños y eso es un punto central a la hora de establecer lineamientos políticos e institucionales para este grupo etario. Lo que aquí se argumenta es que realizar valoraciones territoriales con foco en la niñez no solo brinda elementos sobre el colectivo infantil en sí mismo sino que es un prisma que permite valorar el estado de vida de la comunidad donde esos niños habitan.
“Si los niños están bien Argentina está bien” expresó Rivera Pizarro ex representante de UNICEF en Argentina; «si una ciudad es vivible, segura y respetuosa para los niños, lo será para todos los ciudadanos» planteó a su vez Francesco Tonucci en Italia; ambas son expresiones que proponen considerar a los niños como sujetos claves del desarrollo del territorio entendiendo que sus derechos aglutinan intereses y necesidades de toda la comunidad y que expresan las prioridades de política pública. “Insisto en reconocer que los niños tienen la capacidad de representar al “otro”, “la otra cara de la luna” (…), que pueden representar las categorías excluidas… No es difícil imaginar que por donde pasa un niño, pasa un anciano o un minusválido” (Tonucci; En Cursiva 5: 2009)
La territorialidad como base de la propuesta
Pensar a los niños y las niñas como medida del desarrollo es una hipótesis que necesariamente debe ser contextualizada y contar con anclaje territorial, pues contar con información de factores como la educación, la salud, el disfrute de bienes culturales de los niños y adolescentes nos pueden dar indicios más próximos acerca a la calidad de vida los niños/as y de todos los habitantes de un territorio determinado.
Las comunidades forman parte del entorno más cercano y amplio en el que crece un niño e influencian su desarrollo. A medida que crece, comienza a interactuar con otros adultos y a socializar con sus pares en el barrio, en el centro de cuidado infantil, en la escuela y también comienza a hacer uso de los servicios dispuestos para la efectivización de sus derechos, así como a demandar aquellos otros que por diversas razones se le ven negados o reducidos. Este complejo mundo de interacciones es importante para su desarrollo y, siempre que sea posible, debería ser promovido, mantenido, fortalecido y evaluado. Considerar a la comunidad y al territorio como unidad de análisis facilita también la labor metodológica e imprime un desafío al menos en dos sentidos: a) aporta un criterio de factibilidad en la búsqueda de información y de planeamiento de las intervenciones en un ámbito o escala “manejable” y b) imprime un desafío procedimental en tanto implica llevar adelante las hipótesis de trabajo en contextos heterogéneos, refundando lo común y dando lugar a participación de los niños y niñas y a sus oportunidades de integración plena en la vida local. Esto supone tomar en cuenta las articulaciones locales, la sinergia entre instituciones y actores diversos existentes en cada zona de manera de obtener miradas holísticas, integrales y compartidas, sin perder las singularidades.
EduCometro: Un marco conceptual acompañado de una herramienta
Si se coincide con la hipótesis de que la situación de la niñez provee de “indicadores ambientales para evaluar la calidad de vida de una ciudad” como plantea el profesor Francesco Tonucci , el reto es construir y seleccionar indicadores pertinentes para relevar información acerca de la infancia y su entorno significativo y acompañarla con herramientas metodológicas que faciliten obtener datos relevantes y realizar su sistematización evaluativa; tal es el caso de la propuesta que se presenta sobre la valoración de las Oportunidades Educativas que tiene la infancia en una comunidad. Oportunidades Educativas como la combinación de factores o condiciones en un tiempo y espacio determinados que contribuyen a hacer efectivo el derecho a la educación. Se refieren a las condiciones y ofertas territoriales de carácter intencional que se orienten a la transmisión, apropiación y recreación de conocimientos y prácticas que promuevan la participación de los niños, jóvenes en el disfrute de los bienes culturales que impacten en su desarrollo personal y en su inserción social y económica.
Por qué realizar un recorte en las Oportunidades Educativas (OE) de la Infancia? Hasta aquí se vino trabajando con la noción de indicadores que reflejen el bienestar y cumplimiento de derechos de niños y niñas en una localidad, sin embargo esta propuesta focaliza la mirada en la OE atendiendo a la premisa que satisfacer el derecho a la educación de todo niño y niña habilita directa e indirectamente a satisfacer otra variedad y multiplicidad de derechos ratificados por la CIDN (Véase Informe de Desarrollo Humano, PNUD, New York, 2000; Cillero Miguel; entre otros).
La propia concepción del término OEC amplía su operalización a dimensiones contextuales, político institucionales e ínter subjetivas (opiniones de actores claves), que pueden orientar a gobiernos locales y a miembros de la sociedad civil a tomar decisiones más adecuadas a las complejas realidades actuales. Para concretar este desafío es que desde la Fundación Arcor, en alianza con el Centro de Apoyo al Desarrollo Local (CEADEL), desde el año 2009 se viene trabajando en la consolidación de un sistema compuesto por indicadores, herramientas metodológicas y de análisis de la información “EduCometro” que en forma integrada intenta reflejar la situación de las oportunidades educativas de los niños y las niñas que habitan en una localidad. La herramienta utilizada se estructura en cuatro dimensiones: a- Condiciones significativas del contexto socioeconómico, de la infraestructura y del capital social, b-Situación educativa (sector formal) local, c- Educación no formal: oferta y resultados, d- Otras políticas y programas sociales en favor de la infancia y adolescencia.
El camino que se propone
Lo que aquí se pretende generar y explicitar no es solamente un “paquete metodológico” o una presentación de indicadores e instrumentos de medición (que por cierto no es cosa menor dentro de la propuesta), sino un marco conceptual e instrumental, en donde los niños y adolescentes constituyen la medida. Se trata de una propuesta que puede aplicarse en distintos lapsos de tiempo y en función de cada situación territorial. Se ha pensado como un “recurso” que pueda ser utilizado, no solamente con carácter diagnóstico, sino que brinde pistas – especialmente a las autoridades municipales, aunque no solo a ellas – para el diseño de políticas, la priorización de demandas, la consolidación de programas, en fin, al desarrollo inclusivo de toda la comunidad.