Los primeros años: El bienestar infantil y el papel de las políticas públicas

Aunque se han alcanzado logros importantes en materia de bienestar en la primera infancia, todavía existen muchos desafíos para las políticas dirigidas a esta población en la región.

La publicación del BID, hace énfasis en la importancia del desarrollo de políticas integrales y de la necesidad de garantizar la atención temprana sobre todo para las poblaciones más vulnerables, como una oportunidad para reducir las problemáticas que enfrenta la primera infancia, pero también de aquellas que afectan a toda la sociedad en el presente y su profundización en el futuro.

De igual forma, recalca que es necesario abordar el tema de la calidad en la prestación de servicios, que en esta etapa debe estar dirigida a mejorar las interacciones entre adultos y niños/as. Para esto, propone mayores esfuerzos en formación y supervisión de los prestadores, a partir de inversiones que van más allá de la enfocada en infraestructura.

Entre los argumentos planteados, se destacan las consecuencias que generan privaciones desde los primeros años: los/as niños/as pequeños/as de los hogares pobres sufren un retraso importante en relación con sus contrapartes de hogares más favorecidos, que tiene consecuencias a lo largo de toda la vida.

La brecha entre ricos y pobres es visible desde muy temprano, y aumenta a medida que los niños crecen. Dicha diferencia se destaca en las dos dimensiones del desarrollo más estrechamente asociadas con el rendimiento escolar temprano: el lenguaje y la cognición. Una vez que los niños comienzan la escuela, muchos aprenden muy poco. Su escaso progreso es resultado de las deficiencias que ya padecen desde los primeros años.

El texto pone de manifiesto evidencia que revela que los/as niños/as de edades tempranas con deficiencias en nutrición y en el desarrollo cognitivo, del lenguaje, motor y socioemocional tienen menos probabilidades de aprender en el colegio y más probabilidades de participar en conductas de riesgo que devienen en embarazos precoces, abandono escolar y violencia en la adolescencia, proyectando así, menos probabilidades de convertirse en adultos productivos.

En este marco, las inversiones en programas para niños en situación de riesgo, no solo favorecen la equidad, generan retornos más altos y son más efectivos. Pero más que un compendio de programas dirigidos a la primera infancia, una política de desarrollo coherente para los primeros años debe contar con una arquitectura institucional consolidada, que defina claramente los roles, la planificación, los estándares de calidad, el monitoreo, los sistemas de datos y la coordinación entre diferentes sectores y niveles. La rendición de cuentas es clave, y debe estar cimentada en el monitoreo y la evaluación rigurosa.

Descargue el libro: Los primeros años. BID (2015)

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